Escuchaba las gotas de lluvia golpear en la ventana. Era de noche y estaba en la cama. Sola. Tenía los ojos cerrados y en su mente se sucedían recuerdos de aquel día. Podía ver con cierta claridad cómo paseaban por una playa abarrotada y se sentían solos. Únicos seres de un mundo, en el que el tiempo y el espacio les pertenecían.
Detuvieron sus pasos. Mirándose a los ojos, buscando
la complicidad de sus miradas, se fundieron en un abrazo. Eterno. Al separarse,
a su alrededor el mundo se desmoronaba. Su mundo. Igual que ese día, esa noche,
la más profunda de las soledades recorrió su cuerpo de un extremo a otro. Un
vacío que congelaba todo a su paso, salvo las lágrimas que invadían sus ojos. Lágrimas
que caían por sus mejillas como las gotas de lluvia por la ventana.
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